EL MISTERIO DE RICARDO FORT

La chica creyó que Fort era de los ricos que piensan en su futuro; entonces, aprovechó para ofrecerle una lujosa parcela en un jardín de paz. No pudo equivocarse más: al nuevo ídolo instantáneo –que en 40 días invadió la televisión y se consagró en las arenas mediáticas de Marcelo Tinelli– sólo le importa el presente.

Ni pasado ni futuro. “Lo único que existe es el hoy. Del pasado se podrá aprender, pero no podés vivir en él. El Ricardo del pasado ya no existe. No tengo fotos de cuando era joven, porque las voy tirando. Me mudo y las tiro”, sostiene el nuevo fenómeno mediático, que sólo tiene las fotos del presente, en su popular Facebook. Nada viejo. “El síndrome de Peter Pan es un miedo a crecer, al paso del tiempo. Guardar y ver fotos viejas, nos da noción del paso del tiempo. Su ausencia te vuelve estático”, describe la psicóloga Beatriz Goldberg.

Tío Rico. Fort es soberbio, ostentoso hasta lo grotesco, lo suficientemente egocéntrico como para autofinanciarse un reality show en la trasnoche de El Trece y lograr convertirse en un famoso. Pero, además, es un millonario que se jacta de su predisposición a la vagancia, un hombre que tiene mucho dinero y que no hizo ningún esfuerzo para generarlo porque lo heredó de su padre. Por más que ahora quiera mutar en “artista”, es probable que Fort nunca hubiese tenido la oportunidad de cantar de no haber mostrado al mundo sus relojes Rolex, sus autos Rolls Royce, sus viajes hedonistas a Miami y su pasión por las cirugías estéticas.